HOMENAJE A LUIS LUCHI

Durante el mes de octubre se realizarán los actos de homenaje al poeta Luis Luchi en conmemoración del décimo aniversario de su muerte:

BARCELONA

En el Centro Cívico Pati Llimona. Regomir 3.
7 de octubre. 19:30 hs. Sala Foyer
Inauguración de la exposición de fotografía.


Presentación del libro “ESPÉRENME QUE VOLVERÉ” editado con motivo del homenaje, con ilustraciones, prosa inédita y poesía de Luchi.

Desde el 4 al 16 de octubre
Exposición de retratos de Luis Luchi, fotos familiares y con amigos de Buenos Aires y Barcelona.

En el Casinet d'Hostafrancs, Rector Triadó 53
16 de octubre
18:00 hs. Peña musical (tango, folklore, etc.)
19: 45 hs. Llamada uruguaya con tamboriles.
20:00 hs. Actuaciones musicales, teatro, danzas, lectura de poemas, títeres, espectáculo poético-musical, vídeos, etc., dedicados a recordar vida y obra de nuestro poeta.

Se cerrará el acto con murga y nueva peña.

En la antesala estarán expuestos diferentes materiales de la trayectoria poética y vital de Luis Luchi.

Habrá choripanes, dulces, bebidas, etc.

Este horario podrá estar sujeto a cambios.

Cementerio de Montjuïc
17 de octubre
Visita al cementerio de Montjuïc donde descansan los restos de Luis Luchi.

BUENOS AIRES

En el club SABER, Llerena 2727 (Parque Chas) Capital Federal

16 de octubre. 20:30 hs.
Lectura de poemas
Cuesta Arriba (trío de tango)
Turbio Tinte Trío

Vídeo

martes, 16 de marzo de 2010

Luchi de actualidad

Diario Crítica
Suplemento Vitamina C
28 de febrero de 2010

Realismo atolondrado
Joven
para siempre

Por
Washington Cucurto




El primero que me habló de la
poesía de Luis Luchi fue Daniel
García Helder, y yo era un
muchacho (pensemos que estaba
en la década del 90, neoliberalismo a
morir, consumismo por todas partes) de
viente pirulos y monedas, que no iba a la
universidad ni tenía acceso a los libros
secretos de la mejor poesía argentina.
Leía más que nada por impulso; porque
era (y lo soy) un atolondrado de mierda
que, como una esponja, absorbía todo lo
que caía en mis manos: libros, letras de
cumbia, películas, comics, televisión,
revistas porno, revistas de poesía; en la
bailanta me enamoraba de paraguayas y
al otro día las llevaba a conocer el
Cabildo, a conocer el Jardín Botánico. De
toda historieta me sentía protagonista y
soñaba. Leer es soñar. Si hay algo que nos
abre el cerebro para tener sueños, además
del amor, es la lectura.
Daniel, fue el tipo que me abrió los ojos,
que me metió la poesía como un hisopo
por la oreja directo al cerebro. Sin Helder
y sin Daniel Durand, no hubiese leído
nada. Me hubiese gustado leer todo lo que
ellos leyeron y de la forma en que lo
leyeron. Toda mi vida quise ser como
ellos. Pero no podía, ni puedo, ni pude
nunca; aunque lo intenté siempre.
¿Qué hacía yo? Trabajaba y trabajaba,
me explotaban en un supermercado.
Durante 13, 14 horas cargaba bolsas de
papas, de zanahorias, jaulas de lechugas.
De pronto, leía El Gráfico, Diario Popular;
de golpe La Maga, la revista Flash.
“No, loco, tenés que leer a un poeta que
se llama Luis Luchi”, me dijo Helder en su
casa y me prestó uno o dos libros de
Luchi. Me acuerdo que uno de ellos fue
¡Gracias, Gutenberg! Eran los años
lamborghinianos, el boom de los nuevos
narradores argentinos a lo Thomas
Bernhard ¿se escribirá así?
Se imaginarán que nadie hablaba de
estos poetas. Helder sí, pulgar para arriba,
me hablaba de de Rodolfo Hinostroza, de
Gerardo Deniz, de Francisco Madariaga,
del gran Luis Rogelio Nogueras.
“Tenés que leer a Boccanera, a
Szpunberg, a Gonzalo Millán, a Héctor
Viel Temperley, (cuando nadie lo conocía,
Ediciones del Dock estaba a años luz de
editarle su obra completa, era un gran
desconocido).
“Tenés que leer a Martínez Rivas, el
nicaragüense borracho”. Y yo, como un
poseso o un evangelista del Once, con
toda la fe del mundo, esa que mueve
montañas, entré a leerlos, casi con
desesperación. Todavía nadie los lee. A
veces pienso que fui el último lector
apasionado de muchos de ellos. De
Juanita Bignozzi y de Diana Bellesi, me
habló también Daniel, de Zelarayán me
habló Durand.
Una vez osé hablar mal de Raúl
González Tuñón y Daniel me dijo con esa
firmeza que sólo él tiene: “Lavate la boca
antes de hablar de Tuñón”. Corrí a
releerlo.
Ustedes se van a reír, van a decir: “Pero
si a estos poetas los conocen todos”. No
señores, puedo asegurarles que en la
década infame del 90 pocos los leían, eran
inaccesibles para un muchacho de veinte
años.
De todos ellos, Luis Luchi es el más
joven y el más alegre, es el que más
optimismo me transmitió en la vida. De
más está decirles que fue el que más me
impresionó, me sentí identificado con lo
que escribía. Cuando me dijeron que tenía
no sé cuántos millones de pirulos no lo
pude creer. “¡Pero si parecen los poemas
de uno de nosotros!”. Y sí, Luchi, con su
poesía sencilla, su tono porteño y directo,
su eterna recorrida por la ciudad en sus
versos; su ironía, su humor siempre
latente, me enseñó que la poesía no tiene
por qué ser solemne para ser buena, que
también puede ser un montón de cosas
más. Un gran antipoeta a favor de la
poesía, no como Nicanor Parra que
cuenta chistes estúpidos para la gilada.
Luis Luchi es uno de los grandes poetas
de la generación del 60 y de todas las
generaciones anteriores y las que quedan
por nacer.
En Eloísa Cartonera ya estamos
imprimiendo El Obelisco y otros poemas,
el primer libro de Luis Luchi. Asombra
que haya sido escrito hace más de 50 años.
A los primeros 50 lectores que se
enteren a través de esta nota, les
regalaremos dos ejemplares, uno para sí
mismos y otro para regalar. Eso le
hubiese gustado a Luchi, compartir la
buena poesía, la amistad y la alegría. Eso
nos enseñó a todos sus lectores. ¡Gracias, maestro!

OBRERO DE DEMOLICIÓN
Le ponen en el brazo
una pesa de quince kilos
y le dicen:
esa casa que está acabada
llena de ratas y telas de araña,
sucia y sin revoque
donde se enfermaron y murieron
donde golpearon en las puertas
para llevarse a los rebelados
donde gruñeron y se quejaron
donde se amó hasta afl ojar
los elásticos de las camas,
donde se llegó a horas inconcebibles
donde se rezó de miedo.
A esta casa, le dicen
la puede romper
y encima le pagan por metro cuadrado
y le cuentan las horas extras.


MI MADRE Y YO
He ido a llevarte fl ores
y las dejé así,
desordenadamente,
como soy yo, desordenado,
en mi vida y en mis sentimientos.
Y si muchas veces temiste
que era falta de cariño
es porque nunca hablé contigo
como lo hago ahora.
Tantas cosas tengo que explicarte,
cosas de ti misma y de mí.
Fuiste el trasplante inadaptado
y yo el brote que extendió sus fi bras
y bebió de sus tierras negras
y pronto cruzó sus ramas al cielo,
pasando por encima
de los débiles alambres
que quisiste convertir
en muros de tu pequeña fortaleza,
fácil de abatir
en tiempos de tormenta.
Venías de un mundo que moría
y traías el miedo;
el miedo de los niños
que temen la fuerza del viento
sin comprender su sublime grandeza.
Y pude llenar
mis manos y mis zapatos
de callos y dolores
que llegaron a ser míos.
Y me sentí un Juan, un Pedro
a pesar de mi apellido
con muchas letras.
Viví las horas de otros hombres,
me hicieron sufrir,
también lo hice,
di mi pecho en la pelea
y algunas veces,
pocas veces,
me porté mal.
Pequeñita en tu rincón
me sentías alejar,
decir un idioma extraño
sin comprender los signos
de esas manos que quedaban
fl otando en el vacío,
ofreciendo sus caricias
que yo creía no necesitar.
Aquí te dejo mis lágrimas desordenadas
con estos versos desordenados,
porque yo soy así
en mi vida y mis sentimientos
como estas flores desordenadas
que aquí quedan.

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